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Narración que hasta cierto punto podríamos decir autobiográfica. Haruki Murakami nos ambienta en Japón de los años setenta, en medio de una nube de soledad, de revoluciones estudiantiles, de melancolía y relaciones tormentosas, ensalsada de erotismo y amor. Nos cuenta parte de la vida de Watanabe, un jóven estudiante de teatro residente en Tokio, al que la muerte y la soledad intermitente, han marcado su vida.
Una novela azul y ocre. Tokio Blues.
Narración que hasta cierto punto podríamos decir autobiográfica. Haruki Murakami nos ambienta en Japón de los años setenta, en medio de una nube de soledad, de revoluciones estudiantiles, de melancolía y relaciones tormentosas, ensalsada de erotismo y amor. Nos cuenta parte de la vida de Watanabe, un jóven estudiante de teatro residente en Tokio, al que la muerte y la soledad intermitente, han marcado su vida.
Después del suicidio inesperado de su mejor amigo, Kisuki, Watanabe se ve hundido en la confusión y la soledad. Su muerte dejó un hueco irremplazable dentro de su novia, Naoko y claro, de Watanabe. Ante esto, los dos amigos deciden unirse, sobrellevar juntos la pérdida de su amigo, la pérdida de un amante.
Naoko muy confundida por la muerte y la amistad, decide alejarse de Watanabe. Él sin más que hacer, trata de seguir su vida universitaria, cargada de sinsabores y a pesar de estar en una residencia de alumnos, se siente tremendamente solo. Conoce sí a un par de personas que lo hacen reflexionar.
En medio de toda esa bruma, aparece Midori, una ráfaga, un suspiro entrecortado, sexualidad pura; Naoko a la inversa. Siendo tan contraria a Naoko, empieza hacer mella en Watanabe, hace que un dilema se geste dentro de su cabeza, que necesite elegir entre el amor puro, mal correspondido, casi nuclear, a la pasión, la vida social, la desvergüenza lo nuevo y lo cautivante.
Para mí, esta novela es una gran mezcla, es un licuado de emociones que explotan al momento de probarlas y que dejan un sabor agridulce en boca. Tokio Blues, evoca colores azules y ocre que llegan a combinar muy bien con el ritmo de la narración, una narración lenta, suave y concisa. A su vez, enmaraña estratégicamente el amor tierno, platónico, con el amor pasional, totalmente carnal y nos orilla a reflexionar, casi nos obliga a elegir entre Naoko y Midori.
Por otro lado, los dilemas que Watanabe trata de resolver dentro de la obra pareciera que fueran míos. Me dejó pensando días acerca de mis ideales, los ideales que sigues y como los sigues, de las personas que sigues y por qué las sigues. Pero creo que lo grandioso de la obra es que colorea a la soledad y la ambienta de tal manera que después de leerla y casi vivirla junto a Watanabe, dan ganar de probarla, de pensar que no siempre es tan hostil y fría.
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